La vida de un perro mascota tiene una trayectoria predecible. Con el tiempo, el cachorro de orejas caídas que no para de quedarse dormido en su plato de comida se convertirá en un adolescente de piernas larguiruchas con un interés insaciable por las ardillas, antes de establecerse en la edad adulta como una criatura canina de hábitos, con un lugar cuidadosamente elegido para dormir la siesta y un ritual de saludo bien ensayado.
Pero, a medida que pasen los años, sus articulaciones se endurecerán y su hocico se volverá grisáceo. Y un día, el cual de forma inevitable llegará demasiado pronto, su cola finalmente dejará de moverse.
“Cuando adoptas un perro, estás adoptando una tristeza futura”, dijo Emilie Adams, una neoyorquina propietaria de tres crestados rodesianos. “Con el paso del tiempo vale la pena porque obtienes mucho amor desde ahora hasta el momento en que se van. Pero su esperanza de vida es más corta que la nuestra”.
En los últimos años, los científicos han tratado de desarrollar medicamentos que puedan posponer esta tristeza al extender la vida de nuestros compañeros caninos. El martes, la empresa de biotecnología Loyal anunció que había dado un paso más para lanzar uno de esos medicamentos al mercado. “Los datos proporcionados son suficientes para demostrar que existe una expectativa razonable de eficacia”, informó a la compañía un funcionario de la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA, por su sigla en inglés) en una carta reciente. (Loyal le proporcionó una copia de la carta a The New York Times).
Eso significa que el fármaco, el cual Loyal se negó a identificar por razones de propiedad intelectual, ha cumplido con uno de los requisitos para la “autorización condicional ampliada”, una autorización acelerada para medicamentos animales que cumplen necesidades de salud no satisfechas y requieren ensayos clínicos complejos. El medicamento todavía no está disponible para los dueños de mascotas y la FDA aún debe revisar los datos de seguridad y fabricación de la compañía. Pero la autorización condicional, que Loyal espera recibir en 2026, permitiría que la compañía comience a comercializar el medicamento para prolongar la vida canina, incluso antes de que se termine un ensayo clínico extenso.
“Vamos a conseguir al menos un año de extensión de vida saludable”, dijo Celine Halioua, fundadora y directora ejecutiva de Loyal.
Se desconoce si el medicamento realmente cumplirá esa promesa. Aunque un pequeño estudio sugiere que LOY-001 podría mitigar los cambios metabólicos asociados con el envejecimiento, Loyal aún no ha demostrado que alargue la vida de los perros.
Pero la carta, que llegó después de años de discusión entre Loyal y la FDA, da a entender que la agencia está abierta a medicamentos para la longevidad canina, dijo Halioua.
Hay más en proceso. Un equipo de investigadores académicos está realizando un ensayo clínico canino con rapamicina, la cual se ha demostrado que prolonga la vida de ratones de laboratorio. Además, Loyal está reclutando perros para un ensayo clínico con otro fármaco candidato, denominado LOY-002.
Estos avances son una señal del ritmo acelerado de la ciencia y de la seriedad con la que los investigadores y reguladores están abordando un campo que solía ser percibido como ciencia ficción. También plantean preguntas sobre lo que podría significar tener éxito, dijo Daniel Promislow, biogerontólogo de la Universidad de Washington y codirector del Dog Aging Project, que lleva a cabo el ensayo con rapamicina.
“¿Qué pasaría si funciona?”, dijo. “¿Cuáles son las implicaciones?”.
Lamiendo la fuente de la juventud
El envejecimiento podrá ser inevitable, pero no es inflexible. Los científicos han creado gusanos, moscas y ratones más longevos al modificar genes clave relacionados con el envejecimiento.
Estos hallazgos han planteado la tentadora posibilidad de que los científicos puedan encontrar medicamentos que tengan los mismos efectos de prolongación de la vida en las personas. Esa sigue siendo un área activa de investigación, pero la longevidad canina recientemente ha comenzado a llamar más la atención, en parte porque los perros son buenos modelos para el envejecimiento humano y en parte porque a muchos dueños de mascotas les encantaría pasar más tiempo con los miembros peludos de su familia.
“Harías muchas cosas para preservar la vida de tu hijo peludo de cuatro patas”, dijo Adams, la propietaria de los crestados rodesianos.
Los fármacos que se están investigando actúan de diferentes maneras. La rapamicina, que también ha generado un gran interés como potencial medicamento para la longevidad en los seres humanos, inhibe una proteína conocida como mTOR, la cual regula el crecimiento celular y el metabolismo.
Este año, un equipo de científicos que incluyó a Promislow y algunos de sus colegas del Dog Aging Project publicó un análisis de perros que fueron asignados al azar para recibir una dosis baja de rapamicina o un placebo durante seis meses. Aunque el tamaño de la muestra fue pequeño, el 27 por ciento de los dueños de perros cuyas mascotas recibieron el medicamento informaron mejoras en la salud o el comportamiento, incluido un aumento en la actividad o el caracter juguetón, en comparación con el 8 por ciento de los dueños cuyos perros recibieron un placebo.
LOY-001, un implante de liberación prolongada destinado a perros adultos grandes, está diseñado para modular un compuesto diferente relacionado con el crecimiento: el factor de crecimiento insulínico tipo 1 o IGF-1. La vía del IGF-1 se ha asociado con el envejecimiento y la longevidad en varias especies; en los perros, se sabe que desempeña un papel clave en la determinación del tamaño corporal. Aunque la idea aún no está probada, algunos científicos han planteado la hipótesis de que los niveles altos de IGF-1 impulsan tanto un crecimiento rápido como un envejecimiento acelerado en los perros grandes, que generalmente tienen una esperanza de vida más corta que los pequeños.
La investigación de Loyal, que aún no se ha publicado, da a entender que LOY-001 reduce los niveles de IGF-1 en perros y que podría frenar los incrementos de insulina relacionados con el envejecimiento. Un estudio observacional de casi 500 perros también indicó que los niveles más bajos de insulina se correlacionaban con una menor fragilidad y una mayor calidad de vida.
“Es un enfoque bastante emocionante”, afirmó Colin Selman, biogerontólogo del envejecimiento de la Universidad de Glasgow, quien no participó en la investigación y no había revisado los datos de la empresa.
Sin embargo, demostrar que un fármaco puede prolongar la vida de los caninos requerirá ensayos clínicos extensos que llevarán mucho tiempo. Aunque algunos ya están en marcha, pasarán al menos varios años más antes de que se obtengan los resultados. Además, independientemente del fármaco, los investigadores tendrán que demostrar que añade años buenos y saludables a la vida de un perro, en vez de simplemente prolongar su declive, afirmaron los expertos.
“Si se demuestra que es cierto que alarga la vida, solo me interesa si el periodo de vida que se extiende es de buena calidad”, afirma Kate Creevy, veterinaria de Texas A&M y jefa del Dog Aging Project. “No quiero que mi perro viva dos años más con mala salud”.
Enigmas caninos
Es muy pronto para saber cuánto costarán los medicamentos para la longevidad, pero Halioua predijo que LOY-001 podría estar en un rango “medio de dos dígitos en dólares por mes”.
Para algunos propietarios, el costo no será un impedimento, dijo Karen Cornelius de Illinois, quien durante décadas ha sido propietaria de mastines y otras razas “gigantes”. Muchos murieron cuando tenían alrededor de 9 años, contó Cornelius, quien dirige varios grupos de Facebook para dueños de perros gigantes.
“Justo ayer discutíamos en uno de mis foros sobre lo breve que era su vida y cómo la gente daría casi cualquier cosa si pudiera extenderla”, dijo.
Algunos especialistas en ética están preocupados por la posibilidad de que este entusiasmo pueda ser explotado, en especial si los medicamentos se anuncian como fuentes de la juventud canina mientras los aspectos de seguridad y eficacia a largo plazo siguen sin resolverse. Los perros por sí solos no pueden dar su consentimiento, señalaron.
“¿Les conviene vivir un poco más cuando existe algún riesgo al tomar estos medicamentos?”, preguntó Rebecca Walker, filósofa y especialista en bioética de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, quien dijo que no le daría un medicamento para la longevidad a su cobrador dorado, una raza más conocida como golden retrievers. “¿O en realidad les conviene a sus dueños, quienes están muy apegados a ellos?”.
El peor efecto secundario de LOY-001 ha sido un malestar gastrointestinal leve y temporal, dijo Halioua, aunque reconoció que el estándar de seguridad va a ser “extremadamente alto”.
Los medicamentos para la longevidad están destinados a perros sanos, lo que cambia el cálculo de riesgo-beneficio. “Una cosa es que un perro esté al borde de la muerte y le estés dando un tratamiento tardío”, dijo Bev Klingensmith, una criadora de perros gran danés en Iowa que tiene un gran danés y un cobrador dorado. “Administrarle a mi perro joven y sano un medicamento recién salido al mercado suena un poco aterrador”.
Incluso los medicamentos que cumplen todas sus promesas plantearán dudas éticas. “Si los animales viven más tiempo, ¿tenemos los recursos y el compromiso para brindarles vidas que valga la pena vivir?”, dijo en un correo electrónico Anne Quain, veterinaria y experta en ética veterinaria de la Universidad de Sídney. “¿Qué pasa si vemos que más perros sobreviven a sus dueños?”.
Reformar las prácticas de cría que han contribuido a problemas de salud que acortan la vida de muchos perros y ampliar el acceso a la atención veterinaria básica podría ser una mejor manera de mejorar la vida de los caninos, añadió Quain. “Podemos salvar muchos ‘años caninos’ asegurándonos de que tantos perros como sea posible tengan acceso a esa atención”, dijo.
Y mientras los científicos recopilan más datos sobre posibles fármacos para la longevidad, los expertos afirman que los propietarios de perros pueden tomar medidas para fomentar un envejecimiento más saludable, como mantener a sus perros delgados y proporcionarles mucho ejercicio y estimulación mental.
Halioua admite que siente debilidad por los perros mayores. “Solo quieren una buena cama para dormir”, dijo mientras su anciana rottweiler, Della, dormía la siesta. Della, que padece linfoma y demencia, no recibe LOY-001 porque inscribirla en los estudios de la empresa supondría un conflicto de intereses, dijo Halioua, pero la perra parecía feliz.
En última instancia, aunque los científicos puedan retrasar la angustia del dueño de una mascota, es poco probable que puedan evitarla por completo. “Definitivamente, no se trata de fármacos para la inmortalidad o la prolongación radical de la vida”, afirmó Halioua en un correo electrónico. Y añadió: “Nada de lo que estamos desarrollando podría hacer que un perro viviera para siempre”.
Emily Anthes es reportera de The New York Times; se enfoca en ciencia y salud y cubre temas como la pandemia de coronavirus, las vacunas, las pruebas para el virus y la covid en niños. Más sobre Emily Anthes